Qiu Xialong y el enigma de China
País fascinante, milenario, misterioso, China es hoy por hoy un referente obligado en el mundo cuando se habla de economía, de desarrollo, de crecimiento y sobre todo, de paradojas: un país comunista de economía capitalista ( a la manera china), una sociedad en donde la pobreza de cientos de millones convive con la fabulosa riqueza de unos cuantos (igual que en el resto del planeta). Acercarse a la historia contemporánea de China desde los ojos de la novela negra es una forma de intentar entender un poco de este antiguo y complejo enigma. De ahí la importancia que tiene la obra del novelista Qiu Xialong. C.A. Sotelo
Qiu
Xiaolong
(Shanghái, 1953, chino simplificado: 裘小龙)
escritor chino de novela policíaca.
Nació en Shanghái. En su Universidad, se especializó en
literatura angloamericana y fue traductor al chino de Joyce, Faulkner,
Conrad... Su padre fue víctima de los Guardias Rojos de la Revolución Cultural
de 1966. Qiu Xiaolong vive desde entonces en los Estados Unidos y enseña en la
Universidad de Saint-Louis.
Su héroe, el inspector Chen Cao, también es poeta. Sus
novelas describen la vida de Shanghái bajo el régimen de Deng Xiaoping
mezclando la política, lo cotidiano y la intriga policial.
Novelas
Serie Inspector Jefe Chen Cao
Death of a Red Heroine (2000) (Muerte de una heroína roja,
Editorial Almuzara, 2006)
A Loyal Character Dancer (2002) (Visado para Shanghai,
Editorial Almuzara, 2007)
When Red is Black (2004) (Cuando el rojo es negro, Editorial
Almuzara, 2009)
A case of Two Cities (2006) (El caso de las dos ciudades,
Editorial Almuzara, 2009)
Red Mandarin Dress (2007) (Seda roja, Tusquets Editores, 2010)
The Mao Case (2009) (El caso Mao, Tusquets Editores,
2011)
Don't Cry, Tai Lake (2012) (El crimen del lago, Tusquets
Editores, 2013)
Enigma of china (2013) (El enigma de China, Tusquets
Editores, 2014)
Shanghai Redemption (2013)
Wikipedia.https://es.wikipedia.org/wiki/Qiu_Xiaolong
Algo sobre la vida del novelista en China:
La monstruosa broma de Qiu Xiaolong
Qiu
Xiaolong, hoy profesor en EEUU, es uno de los grandes narradores negros de la
literatura china.
"He matado a los monstruos. Eso es
lo que hacen los padres", decía el padre de Fiona Wallace en The Painting. Y generalmente es así. El niño se duerme por fin, confiado,
convencido de que tras la puerta del armario no habita nada amenazador. Pero a
veces, el orden se invierte y no es el adulto quien acaba con las pesadillas
infantiles, sino los monstruos quienes matan al padre, dejando al hijo ese poso de terror indeleble en el hombre que
será. Como en el caso de Qiu Xiaolong.
En
el Shangai de la década de los sesenta los monstruos no esperaban la noche
agazapados tras los estantes, ni bajo su cama. Irrumpían en cualquier momento
por la puerta principal, para interrogar y torturar a sus padres, y a él. Los
monstruos de Qiu eran corpóreos y violentos, integrantes de la Guardia Roja de Mao Zedong cumpliendo con su misión de aplastar a esas "familias
negras", enemigas de clase. Cada incursión era diferente, pero siempre
brutal. Si había suerte, Qiu solo presenciaba cómo los guardias dejaban a su
padre desangrándose en el suelo de salón. Era peor cuando tras la perceptiva
golpiza, lo arrastraban por la empinada escalera de madera rumbo a la cárcel, o
al campo de reeducación. Porque entonces sabía que no sería la última vez que
vería a los monstruos rojos, pero quizá sí a su padre. La vez que no regresó, Qiu ya había tenido tiempo de comprender
que el delito de su familia consistía en haber poseído una pequeña tienda, lo
que en la dialéctica de la China de la Revolución Cultural significaba ser un
"negro" capitalista. Un contrarrevolucionario.
El negro fue -y aún es- el color que acompaña a Qiu Xiaolong. Fue un
"perro negro" durante toda su época escolar, en la que consiguió
librarse del campo de reeducación por una bronquitis, pero no del aislamiento.
Como su familia, él era un enemigo de Estado y a pesar de las brillantes
calificaciones, no pudo ir a la Universidad ni encontrar un trabajo. Así que,
cuando no estaba cuidando a su madre, que desarrolló una grave afección por las
continuas incursiones de la Guardia Roja, practicaba tai chi en un parque de
Shangai. Pero no era muy bueno. Quizá por eso, al cruzarse con otros jóvenes
"negros" que estudiaban inglés por su cuenta, se unió a ellos. Y
leyó, leyó todo lo que el régimen no quería que leyera.Joyce, Eliot,
Faulkner. Literatura inglesa, y sobre todo, poesía. Un salvoconducto que,
cuando en 1976 murió Mao Zedong y se reabrieron las universidades, le permitió
acceder a la Academia China de Ciencias Sociales.
La carta de
confesión
La
represión del régimen y el miedo también fueron los responsables de que Qiu se
pusiera frente a la página en blanco. No como vía de escape o método de
denuncia, sino como única herramienta para salvar a su padre de la muerte. El
primer escrito del joven Xiaolong lleva la negrísima impronta del terror: la carta de
confesión de su padre. Él estaba en el hospital con los ojos
vendados, y era el hijo quien tenía que ahuyentar a los monstruos. Así que fue
sus ojos y sus manos, y escribió. Confesó en su nombre que antes de 1949 poseyó
una tienda, y que eso, aunque "accidental" le convertía en merecedor
de todo castigo posible. En la habitación del hospital, encadenó las palabras
adecuadas que aireaban su culpabilidad, y acabaron librándole del tiro de gracia.
Y mientras su padre era humillado, en Qiu brotó algo parecido al orgullo.
Estuvo
durante horas de pie en el escenario, sosteniendo por los hombros a su padre
ante a los monstruos. Frente a ellos, el Tribunal de la Guardia Roja que
decidiría si sus palabras eran suficiente para perdonarle la vida. De fondo,
las rojas canciones del régimen. Sobre sus cabezas, un inmenso retrato de Mao.
Y sus palabras funcionaron. "Mi escritura no puede ser tan mala",
pensó. Y siguió escribiendo.
Al principio, solo poesía, su pasaporte
para el escape. En 1988 recibió una beca para investigar la obra de T.S Eliot
en EEUU, y huyó justo a tiempo. Desde St.Louis presenció la masacre
de Tiananmen, y pensó que nunca regresaría. Algunas crónicas de La
Voz de Américamencionan al naciente poeta chino Qiu
Xiaolong, friendo rollitos en la puerta de entrada de la Universidad, tratando
de recaudar fondos para los estudiantes que estaban siendo masacrados en la
plaza de Pekín.
Aún tardaría años en reunir el arrojo
para volver a la prosa de esa carta de confesión. Mientras tanto, tradujo a T.S
Eliot, a Yeats, a Conrad, y se convirtió en profesor universitario. Pero
también volvió a Shangai, empapándose de la China actual. Del crecimiento
vertiginoso y desenfrenado, del oropel de los rascacielos, de la corrupción y
los excesos facilitados por el fulgurante despegue económico. De los cambios,
fundamentalmente. La colisión entre la nostalgia maoísta de un karaoke donde
aún suenan las canciones que proclaman el To sing the red, to crush the
black y un país convulsionado por el escándalo de Bo
Xilai, quien fue su compañero en la Academia de Ciencias Sociales y nunca
le devolvió una raqueta de ping-pong.
Así que, escribió de ese país de
fachada roja y corazón negro. De las certezas pasadas de lo que había vivido, y
de las incógnitas presentes. Por eso su primera novela fue negra, como perro negro que fue. En Muerte de una
heroína roja utilizó el misterio como marco y como
excusa para moldear al inspector Chen Cao, que puede no solo averiguar el crimen, sino hacer preguntas
prohibidas sobre las circunstancias culturales y sociales que lo circundan.
Los
poemas, el padre asesinado, el negro: todo Qiu Xiaolong está en el sagaz
inspector que escribe versos en la nocturnidad de Shangai. Y toda la China del
siglo XXI está en su obra. La pasada y la presente, que a veces es la misma. Como los
monstruos de los que su padre no consiguió librarle y
que hoy siguen donde estaban. "Me pregunto con frecuencia qué pensaría mi
padre de estar vivo", dice Qiu.
"Todo lo que sufrí no sirvió para nada"; o tal vez: "La Historia
es solo una broma, ¿no?". Monstruosa.
Fuente: http://www.libertaddigital.com/cultura/libros/2014-06-06/la-monstruosa-broma-de-qiu-xiaolong-1276520639/
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